"Cuatro cuadras" Parte II por Belkis Cima
De pronto sus compañeros desgarrados en llanto silencioso lo rodearon sin encontrar explicación.
Una voz confundida y ahogada por la situación comentó que amenazaron con unos tiros al aire y escaparon, peor uno certero y malicioso en el cuerpo de Maxi se instaló.
A lo lejos se oía la ambulancia, también muchas voces acongojadas y confusas entre gritos y sollozos de tristeza, dolor e indignación.
Otra vez sonó incesante la llamada entrante y la inscripción fluorescente en la pantalla: A MAMÁ.
Nadie se animó a responder a esa mamá que había mandado a su hijo a aprender un poco más.
Tal vez a cuatro cuadras, en su comedor, había oído los tiros y necesitaba confirmar aquello que su sentido de madre no la dejaba respirar.
¿Quién podía responder a esa llamada entrante de A MAMÁ? Si la voz que ella quería escuchar estaba silenciada por un ruido estremecedor y cruel.
¿Quién podía explicar a ese A MAMÁ, que en cuatro cuadras alguien a su hijo pudo hacerle mal?
¿Qué le iban a decir a esa madre que unos minutos antes con apego entregó su hijo a la vida?
En una sociedad en crisis de valores perimidos, ella con entrega y sacrificio crio una persona de bien que deseaba estudiar para forjar su futuro y el sueño de prosperar.
¿Qué hizo mal ese hijo? Solamente iba a la escuela, iba a estudiar.
¿Qué hizo mal ella? ¿Tal vez porque esa mañana lo dejó sentirse grande y no lo acompañó?
¿Quién iba a responder por ese daño que no tenía solución?
Cruzando por la esquina encontró tirado el celular. Entre caras demacradas y húmedas miradas descubrió la verdad.
Hubo amenazas, tiros y una víctima inocente más en una sociedad, a la vera del salvajismo, que reclamó reiteradas veces seguridad y paz. Como siempre oídos sordos de quienes no pueden o no quieren escuchar.
Mediante la penetrante sirena de la ambulancia que demoró en llegar, esa madre encontró a su hijo sin vida a solo cuatro cuadras y nada más.
La escuela esperaba con el portón abierto y las luces encendidas en el interior pero Maxi con mirada al piso y pasos largos nunca llegó.
Abrazándolo en el suelo, parte de su alma en ese instante también perdió y en aquel pecho de madre dolida y destrozada una fuerza extraña anidó.
Los días fueron pasando, nadie de los que debían velar por la seguridad de los ciudadanos tuvo la valentía de acercarse a ella para alivianar su dolor con la promesa que no sucederían nuevamente esos desafortunados hechos que delatan falta de amor, educación y humanidad y por sobre todo gran parte de repudiable impunidad.
Ha pasado un tiempo considerable de aquella mañana que la alarma los despertó a las 5,45 a.m. a Maxi y a su madre, pero aún ella no puede y no va a olvidar.
Se levanta a esa misma hora, sigue actuando en soledad. Desayuna en silencio, luego se abriga cubriendo su cabeza con el gorrito de lana que Maxi ya no usó ni volverá a usar.
Lo que no hizo esa mañana lo hace una y otra vez para que no haya otro Maxi que se quede sin responder, como sucedió con el suyo a solo cuatro cuadras, a unos pocos metros donde la escuela lo esperaba con el portón abierto y las luces del interior encendidas, a unos metros y nada más.
Comentarios
Bel,qué bien pusiste en palabras esa triste realidad!!!
Te felicito por la valentía que de contarla.