"Cuatro cuadras" por Belkis Cima (Parte I )

 

   Maxi se levantó como cada mañana muy temprano, la alarma comenzó a sonar a partir de las 5,45 a.m..

   Después del desayuno buscó su mochila, se puso el camperón, el gorrito de lana y se alistó para salir camino a la escuela.

   Su madre hizo lo mismo y ya estaba bien abrigada cuando Maxi le dijo:  -Mamá, no te parece que ya estoy crecidito y puedo ir solo a la escuela? Todas las mañanas tomás frío para acompañarme y son solo cuatro cuadras.

   La madre le cubrió el rostro entre sus manos, lo miró a los ojos y vio todo aquel destello en su mirada por las ganas de sentirse grande e independiente. En esos ojos puros y cristalinos pudo ver que su labor de madre estaba dando sus frutos, su bebé era un jovencito de buenos modales, sensible y noble.

   Su sueño de formar a un hombre de bien con un título que respalde su porvenir estaba cada vez más cerca, aunque para ella sería su niño, al que crio, educó e inculcó valores de buen ciudadano. Con su ejemplo le enseñó a respetar los derechos propios y de los demás. Lo cuidó con esmero a costa de sacrificio y trabajo.

   Su obra entre sus manos le decía que ya era grande y su custodia no era necesaria.

   Comprendiendo las palabras de su hijo, con un beso y revoltijo en su interior saludó a Maxi que se sentía preparado para caminar solo hasta la escuela a las 6,45a.m., cuatro cuadras y nada más.

   -Tenés razón hijo mío, son solo cuatro cuadras y estás en la escuela. No uses el celular en la calle, siempre con perfil bajo para no tentar a nadie, a los amigos de lo ajeno. Nunca niegues el saludo ni respondas de mal modo. Ligerito y sin distraerte con nadie así llegás a tiempo a la escuela y me mandás un WhatsApp.

   -Sí mamá, tranquila, del bolsillo al celu no lo saco y al llegar a la escuela te escribo. Lo otro ya lo tengo incorporado.

   -¡Cuidate hijito mío! Te ama mamá. - lo besó nuevamente y le acarició la cabeza.

   La puerta se cerró y ella se sentó en el comedor a esperar el WhatsApp que Maxi le prometió.

   Por la vereda, bajo un cielo oscuro aún y como única compañera de caminata la luna, Maxi con sus manos en los bolsillos transitaba con pasos largos y mirada al piso. Si bien lo abrazaba la desconfianza por temor a ser sorprendido de atrás él seguía tranquilo por su camino, tal como se lo pidió su mamá.

   Tenía 16 años, ya no estaba para sentir miedo aunque el cielo estuviera oscuro, la luna lo acompañaba, que podía sucederle si era un chico grande.

   Sus pasos largos se sucedían unos tras otros y la cuarta cuadra se consumía. Casi llegando a la esquina se veía el portón de la escuela abierto y el interior iluminado, sacó el celular del bolsillo para escribirle a su madre que seguramente sentada, en el comedor, esperaba el mensaje.

   De la nada apareció como un viento huracanado un ruido estremecedor, mezcla de tiros y escape libre de una vieja moto que a Maxi lo aturdió.

   Fue terrible el impacto, como a un simple paño lo envolvió en el aire y en el suelo tendido lo dejó.

   Tirado a unos metros también quedó el celular y una llamada entrante que en la pantalla mostró A MAMÁ.

                                                                                                                     CONTINUARÁ.... 

Comentarios

Sonia Zoja dijo…
Qué intriga!!! Quiero la segunda parte ya.
Algo diferente de los estamos acostumbrados a leer.
Sencillo, distinto y con un dejo de tristeza 😢

Entradas más populares de este blog

"La preocupación de Margarita" por Belkis Cima

"Tu SÍ no siempre es tu SÍ" por Belkis Cima

¿Por qué escribo? por Belkis Cima