"Sueño de mamá" por Belkis Cima

 

   El paso del tiempo va dejando sus huellas en las personas, pinta canas, dibuja arruguitas y regala algunos achaques, esos que a veces se revisten de dolores que calman con la dulzura atenta de quienes están a tu lado, entre esas y otras cosas más están los sueños que nos acompañan toda la vida.

   Escuché de niña la historia de mi madre. Vi su ejemplo, ama de casa dedicada a las tareas hogareñas y crianza de sus hijos. Todo común y correcto pero con su sueño guardado en los recuerdos.

   Hace unos setenta y cinco años atrás, 1.948, mi madre, sus tres hermanitos y mi abuela llegaban en el tren del norte a la localidad de Fighiera, al sur de Santa Fe. En ese pueblo los esperaba mi abuelo, que un tiempo antes, también había llegado de Santiago del Estero para trabajar en las cosechas de esta zona.

    Se instalaron en un ranchito, que les prestaron, en las inmediaciones de un horno de ladrillos, lugar donde él tuvo trabajo. La abuela además de criar a sus pequeños trabajó en las cosechas, como muchos en aquella época y en este lugar.

   Los niños fueron creciendo y comenzaron a trabajar en actividades rurales junto a sus padres para engrosar el pago al final de la cosecha. Mis abuelos nunca dejaron de mandar a sus hijos a la escuela. El abuelo leía mucho y les inculcó a sus hijos la cultura del trabajo y la educación.

   De esa infancia mami recuerda que asistía a clases tras largas caminatas y que debían salir antes que pasara el tren para llegara a horario. Aún los días de lluvia iban caminando a la escuela.

   Ella cuenta con mirada brillosa:-En la escuela había libros para leer y estaban las señoritas, mujeres muy lindas con rico aroma a perfume, se bañaban con jabón de olor.-ese  que ellos no tenían, deseaban y sustituían con uno de color marrón, en nada parecido.

  Su sueño era ser como esas mujeres, maestra, pero debía trabajar para ayudar a sus padres y nunca pudo cumplirlo.

   Creo que ella ha proyectado en mi persona todo lo que quiso ser y disfruta al verme lucir mi guardapolvo blanco y cuando escucha que me llaman seño Belkis. Se siente orgullosa, aunque no cumplió su sueño, de sus entrañas nació una maestra como las que le enseñaron de niña a leer, escribir  y le regalaron caricias cálidas y perfumadas.

   Esta es la historia de una mamá que crio a sus hijos  con amor, desde la lectura del cuento Pulgarcito, los panes de leche al regreso de la escuela y los fideos caseros de los domingos.

   No hubo regalos costosos ni vacaciones a lugares exóticos, sí nos enseñó que en lo simple de cada día  se puede descubrir algo mejor.

   Hoy mi madre tiene ochenta años y sigue recordando las amorosas caricias y la sonrisa de su mamá, pues son esas cosas que no se olvidan y que por siempre en la memoria del corazón estarán.

¡¡¡Feliz día a todas las mamás!!!

   

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